Otra vez por acá. Se complicó bastante el último tiempo. Pasaron por mi cabeza varias ideas para un post sin poder anotarlas ni siquiera en el ticket del super. Se sumaron varias cosas, cambios en mi vida laboral y sobre todo que me quedé sin compu en casa ya que la que usaba habitualmente era del otro trabajo. Así que navego desde el celu (puff qué odio, no estoy preparada generacionalmente para ello) o ando mendigando la notebook del descendiente de Adán que habita en esta casa, peleando para que la chiquita no quiera mirar a Mickey Mouse en You Tube.
El cambio de trabajo está resultando raro. Ser la nueva, no tener la independencia para llegar y ponerme a hacer mi trabajo… en fin, perder el control de todas las certezas que podía tener me desconcierta un poco. Me desorganiza mentalmente y las primeras horas – confieso – me llené de dudas. ¿Y si me equivoqué con el cambio? Cuando pude serenarme llegué a la conclusión que si me equivoqué o no, solo podré saberlo como mínimo de acá a dos meses, antes nada. Creo que es la situación de extrañeza con todo y todos la que me hace sentir así. Sumado a una manía constante en mi vida de comerme sistemáticamente la cabeza.
Lo bueno del cambio es tener más tiempo para ese universo al que yo llamo “todo lo demás”. Incluso a veces hasta me hago un ratito de siesta con la chiqui. Y poder estar en la semana en casa, haciendo un montón de cosas hace también que el fin de semana sea más para el dolce far niente. Y si bien ese niente nunca es tan literal, ya sacarme la presión de tener que planchar el domingo a la tardecita te cambia la perspectiva de la hora del suicidio.
Comenzamos la obra y parece que a San Pedro no le gustó porque desde entonces se puso a llover sin parar…. Por suerte hoy ya retomaron