Me acuerdo que en algún momento del año yo decía que quería tener la posibilidad de ir al futuro y espiar a dónde íbamos a terminar a fin de año. Este fue un año de cambio de gerente, cambio de jefe pero también cambió todo un entorno laboral. De pasar a laburar con gente con la que había armado una relación de respeto, confianza y admiración, pasé a trabajar con gente a la que nunca terminé de validar. Personas cuyo estilo no encajan conmigo. Y eso no fue solo con los que están hacia arriba, también el grupo se volvió un territorio hostil de poca colaboración, de competencia, de tratar de acomodarse mejor. O será que yo ya tenía cierta preferencia con el equipo anterior y el cambio me pegó de lleno.
Este año aposté a certificarme como PMP y tras haber perdido el examen en marzo, lo di en junio. Estudié unos cuantos meses para lograrlo. Marcó mi vida ese tiempo el asunto de la certificación. Sin embargo no había llegado a rendir cuando las personas con las que había armado mi carrera en este sentido ya no estaban más en la organización. Podía seguir trabajando como PM con las nuevas? Sí, claro que sí. Solo que en algún momento sentí que no tenía sentido.
Me encontré de repente pensando todo el día en temas del trabajo, en los dimes y diretes, haciendo radio pasillo, enroscándome por cada evidencia o en cada comentario. Y no me gustó nada de nada.
Y así fue como surgió la posibilidad de cambiarme de área y me cambié. Volví a ejercer mi profesión original, la de comunicadora. Aún a sabiendas que uno es mucho más que lo que el título dice en grandes letras cursivas.
Este fin de año me encuentra entonces en un lugar y de una manera que allá por abril tenía urgencia por averiguar cómo iba a ser pero que ni podía sospechar. Ejerciendo una profesión que había mantenido aplastada como con una tapa por 6 años y que en cierto momento, cuando abrí esa tapa para espiar ya comenzó a brotar y ya no pude tapar más. Eso fue sorprendente. Reencontrarme con cosas que ya no me acordaba que sabía hacer y que tanto me gustaban. Cambié de jefe, de compañeros, de ubicación física dentro de la compañía y cambié yo de una manera determinante.
Aprendí que lejos de querer salir de mi zona de confort, en lo laboral, la voy buscando. Mi meta siempre ha sido la misma: balancear la vida laboral y la personal.
En la entrevista con mi nuevo gerente le aclaré que a mí me gustaba laburar bien, pero que yo no tenía ansias de crecimiento hacia arriba sino hacia los costados, que no quería ser jefe, no gerente, no me interesa tomar grandes responsabilidades en el laburo pero no por ello me siento una mediocre. Que a mis 40 me había amigado con esa idea. Yo quiero dar lo mejor dentro del nivel en que estoy. Y por eso voy en este 2019. Por llegar a tener logros que sean parte de lo que puedo aportar a un área chiquita y con mucho por hacer. Y por lograr fuera del horario que tengo dedicado al ejercicio de mi profesión, un disfrute de todo lo demás, que creo es lo que más vale la pena, pero para que eso sea disfrute la parte laboral no tiene que ser padecimiento.