A los 14 años compré mi primera mascota. Me la pusieron en un sobre de papel madera que yo guardé en el bolsillo de una campera Alpine Skate que era mi uniforme motoquero de entonces.
Así llegó la primera de mis tres tortugas. De nombre le puse Aurelia.
Para el que nunca tuvo una mascota, comprar una tortuga en julio no es el mejor plan. Desde mi superación adolescente sometí al pobre quelonio a todas las pruebas posibles para que reaccionara. Luego la dejé casi abandonada en la terraza de la casa de mis viejos.
Años después, cuando ya pasaba mis veranos trabajando en Rosario, la tortuga, que ya estaba lejos de entrar en un bolsillo, se vino a vivir a mi pequeño balcón estudiantil.
Por aquella época, mi entonces jefa me consiguió mi segunda tortuga a quién llamé Isolina. Isolina era tan pequeñita como Aurelia cuando llegó a mi vida. Las dos tortugas vivían en el balconcito sin mayores sobresaltos.
En enero del 2002, recién recibida y habiendo podido arrebatarle un puñado de dólares al corralito, rajé a Garopaba con unas amigas y las dos tortus fueron a parar a la casa de una amiga, en cuyo balcón tenía una tortuga que había sido de la hermana y que hacía 20 años paseaba por aquel piso 12 sin que nadie se acordara de su mansa existencia.
La pequeña Isolina se murió antes de que yo llegara a la frontera mientras que Aurelia protagonizaba con el tortugo anfitrión escenas de amor dignas de la National Geographic. Así la familia de mi amiga supo que Manuelita necesitaba un cambio de identidad urgente.
Mi santa amiga se sentía muy culpable de tener que devolverme una sola tortuga así que un poco por piedad, y otro poco por no cortar ese amor de verano, me llevé a mi casa a Aurelia y a Manolo, recientemente re-bautizado tras su reconocimiento de género.
Manolo en el balcón de mi dpto de estudiante |
Mi santa amiga se sentía muy culpable de tener que devolverme una sola tortuga así que un poco por piedad, y otro poco por no cortar ese amor de verano, me llevé a mi casa a Aurelia y a Manolo, recientemente re-bautizado tras su reconocimiento de género.
Esos veranos en el balcón fueron a puro golpe de caparazón ya que las tortugas vivían un romance desenfrenado. Entiendo que el pobre Manolo estaba de estreno y acorralaba a la tortuga en cuanto rincón encontrara. Una mañana estaba tendiendo ropa en el balcón y veo en ese preciso momento a la tortuga largar dos hermosos huevos rosados. Sentí una emoción inexplicable e inmediatamente corrí a conectarme en Internet. Me acuerdo que tenía conexión de Dial-up todavía, que era lentísimo y encontré poca información. En una página explicaban cómo conservar los huevos en una pecera, con temperatura regulada, etc. Seguí todos los pasos como pude pero la incubadora no funcionó. Probé dos veces más pero nunca logré llegar a una cría.
Las tortugas eran de distinta especie, con lo cual la hembra desarrollaba su caparazón hacia arriba. Esto derivó de un amor inconsumado que aumentó la perseverancia del macho.
El día que encontré a Aurelia muerta lloré como un niño. Me dio pena ni siquiera haber sospechado algún malestar o enfermedad y me dio tremenda impotencia esta vida tan urbana que no te permite encontrar un lugar digno donde enterrar a una mascota.
Desde entonces solo tenemos a Manolo con nosotros y es parte totalmente integrada a la familia. Debo reconocer que el descendiente de Adán que habita en esta casa, está totalmente habituado a las mascotas y lo tiene más en cuenta que yo. La pequeña vira del miedo al amor, pero está siempre atenta a qué hace Manolo, si se despertó o no. Ella quiere ponerle una correa amarilla y llevarlo a pasear.
Muchas veces me preguntan para qué quiero una tortuga, que no te entretienen, que no hacen nada, que es una mascota aburrida. Nunca esperé que viniera a recibirme al llegar, ni que se pusiera a mi lado para que le rascara el caparazón, pero a su manera se hacen querer. Adoro a mi tortuga y adoré a las que tuve, sobre todo a la primera. Como la mayor parte de las veces, el amor es inexplicable.
Qué lindas las tortugas! Por algín lado había leido que las tortugas reconocen a sus dueños, es así?
ResponderEliminarMmm, en lo personal no puedo dar cuenta de ello....
EliminarQue buena historia. Nunca tuve tortugas, asi que fue interesante leerla. Y si, el amor es asi, inesperado e inexplicable.
ResponderEliminarMe causó gracia lo de manolo y su cambio de sexo, ja.ja
un pionero de la ley de indentidad de género... jaja
EliminarCuando era chica tuvimos en casa a Manolo,la unica mascota que mi mamá aceptaba. Pasaron los años,mi hermano y yo nos fuimos de la casa de mamá,ella se mudó y Manolo se fue a vivir a casa de mi abuela.Un día,ya casada, visitamos a mi abuela con mi perro,en ese momento un cachorro y cuando quisimos acordar mi beagle habia destrozado y matado al pobre tortugo. Una tristeza que haya tenido ese final horrible.Y mi perro no escarmentó después de su castigo,hace poco nos descuidamos y mató otra tortuga en casa de unos amigos.Conclusión:tortugas y perros no son compatibles
ResponderEliminarbesos!
Ay qué impresión!!! las tortugas muchas veces pasan desapercibidas y suelen tener ese tipo de finales. Supe de una tortuga a la que le tuvieron que reconstituir parte del caparazón por ataque de un ovejero alemán. Me das una buena advertencia para el futuro....
EliminarFlor! No es el de Manolo el primer caso: las pobres tortugas viven saliendo del closet porque no las distinguimos hasta que ponen de manifiesto sus habilidades amatorias. Mamita querida! a mí a veces hasta me da vergüenza pensando qué imaginarán los vecinos con semejantes ruidos! jajaaa o tal vez es envidia!! Juan Manuel y Valentina le dan duro y parejo toda la temporada. Y de varias veces que ella puso huevos, el año pasado nacieron dos! ♥ Una desapareció, no sabemos si un gato o un pájaro? se la llevó! La otra en este momento anda trepando un canasto :) después te mando un email con foto de las bebés :)
ResponderEliminarMe muero de risa con la imagen de tortugas amantes!!!!
ResponderEliminarY muero de ternura por tu relacion con ellas. Genia total.