Llegar a casa. Sentir que llegaste. Alcanzar la meta
preciada. Sacarse los tacos y ponerse las ojotas. Ponerse cualquier cosa, qué
más da. Ya llegué. No necesito ningún disfraz, ningún maquillaje.
Sentirse tan a gusto que asusta. Tan a gusto que emociona.
Domingo a la mañana, sol por todas las ventanas. La
primavera amaga y ellos no se preocupan por mojarse con la manguera mientras
lavan el auto. Adentro suena Marisa Monte y yo amaso sorrentinos caseros. Tengo
espacio, estoy cómoda. Siento precisamente cuando se captura la instantánea que
permanecerá en el recuerdo. Atrapo ese instante para guardarlo ahí donde van
los momentos atesorables de la vida cotidiana. Momentos que luego se unirán en
relatos que serán recuerdos de cómo se vive este tramo de la vida. Y yo diré:
los domingos yo amasaba y ellos lavaban el auto, porque ya será una
generalidad.
Y así vamos viviendo, llenos de esos instantes increíbles.
Descubriendo todo lo nuevo.
Y nos vamos a dormir temprano, y salimos con el mate para
disfrutar en el camino, juntos. Y ella duerme ahí atrás esa media hora de bonus
track, tapadita con una manta de viaje, con el uniforme que le puse sin
despertarla.
Y volvemos a la tarde con la promesa de encontrarnos en
casa. Y el sol entra desde el patio, desde el lugar interno que más nos gusta.
Y entonces nos sacamos los disfraces de gente seria que trabaja. Y ella se
cambia el uniforme por joggings o calzas de la sección “si se ensucian, no
importa”. Y yo me empeño como nunca porque esté todo limpio y ordenado. Y él
riega el césped para que se ponga verde cuanto antes. O agarra alguna
herramienta, casi descubriendo sus usos y funciones. Y ella, pequeñita mía, que
va adaptándose a vivir en una casa, que de a poco inventa cómo se vive con un
patio. Que no es el parque, que es nuestro, que sí que puede tirarse de nuevo
en el tobogán, que no, no nos vamos.
Y aprendemos los 3 juntos cómo se prenden las luces y qué
llave es de cada puerta. Y nos divertimos descubriendo el pueblo cerca.
Memorizando nuevos nombres, agendando otros teléfonos.
Y los fines de semana se superponen visitas. Y charlamos con
los vecinos en los alambrados. Y nos sentimos Rodolfo y Susana. Y ya no tenemos
que ser jóvenes cancheros. Ya llegamos a donde queríamos estar. Ya queremos
sentarnos a ver el atardecer y pasarnos el mate en silencio. Ya no tengo apuro.
Y me encuentro con mi lado adulto. Y siento que tengo lo que
hace diez años venía sintiendo que era lo que me faltaba: mi casa. Y es eso, una
casa, paredes y techo. Y tanto más. Tanto tanto tanto.
Y así recibo hoy mis 37. Más que plena, serena y feliz. Satisfecha. con ganas de mucho más, pero sin ansiedad.
Que lindooo floor!
ResponderEliminarespero alguna vez nos llegue! jaja
mientras tanto disfruto tu relato, que cada dia sea una fiesta en la casita nueva!
pd. tardisssimooo (!!!) te dejo el link del premio
http://allweneediscreativity.blogspot.com.ar/2013/08/premio.html
Buenísimo que estés en TU lugar en el mundo, será mucho pedir una fotos? Beso grande!!
ResponderEliminarque lindo leer esto! me emociona tu felicidad!!!!
ResponderEliminarExactamente lo mismo que Danila: me súper emocionó leer tu relato. Me alegra mucho tu felicidad! Beso graaaande como el amor que hay en tu casa!
ResponderEliminarAhora solo te falta.....venir a vistarme!!!
ResponderEliminarCuántos éxitos!!!