Hoy hace dos años que nos mudamos. La fecha coincide justo con el cumpleaños de una de mis amigas más entrañables y me gustan esas coincidencias.
Me pone en la piel esa mañana de mudanza, ese camión bajando cosas en una mañana super fría. Y esa casa de ese momento representaba tantas cosas y a su vez la veo en el recuerdo y me parece que era otra. Para ese entonces creo que todavía la llamábamos "la obra".
Y la verdad que la obra fue muy fuerte. Un año y medio de vértigo y aprendizaje. Construir una casa desde 0 es un plan que solo puede entender cabalmente el que pasó por ahí. Son tantas variables que atender, tanto dinero invertido, tanto temor, tanta ansiedad. En nuestro caso también nos atravesaba el tema económico (el pánico a quedarnos a mitad de camino... ) y finalmente sacar plata o financiación de los lugares más impensados y llegamos. Llegamos como un mensaje esperanzador de que si nosotros pudimos, pueden todos. Porque nos costó años de pensar que era una posibilidad vedada esa de tener una casa propia. En el camino obviamente tuvimos que aprender a flexibilizarnos con nuestras propias pretensiones y considerar que la casa propia implicaba salir de la ciudad.
Pero eso fue el proyecto, toda esa previa que no empezó con el primer ladrillo sino muchísimo antes.
Y después fue habitar. Llegar a ese lugar como a una tierra prometida. Desembarcar nuestras pertenencias en el lugar definitivo. Muchas personas de mi entorno se asustan cuando me escuchan decir esto. Y yo sé que no estoy atada con raices a esa casa. Pero en mi interior siento que llegué a donde teníamos que estar. No necesito más que eso. Mi familia, mi casa, mi patio verde, mi ventana con sol, las plantas, las tortugas, la mesada amplia, el sillón confortable, el espacio para recibir, el cobijo en invierno y el referesco de las mañanas de verano. Eseso. Nunca quisimos ni vestidor, ni baño en suite, ni muchas otras propuestas del arquitecto. Porque por primera vez pudimos pensar en una casa acorde a nuestra vida elegida, a lo que somos.
Y por eso al cabo de un tiempo de estar ahí descubrimos que estábamos súper cómodos viviendo ahí, que la casa era funcional para nuestros hábitos. Y yo sé que no es casualidad.
Agradezco profundamente haber tenido la oportunidad en la vida de llegar a tener mi casa, a los que nos ayudaron y nos acompañaron y agradezco tener un compañero de viaje que puso tanto esfuerzo para poder llegar a esto. Me considero muy afortunada pero sé también que nos ganamos cada centímetro cúbico de esa casa.
Así que hoy celebramos estos dos primeros años donde seguimos construyendo cada día. No solo porque una casa nunca se termina del todo (by the way, todavía hay toda una parte sin construir) sino porque cada día al habitarla la vamos haciendo, la vamos armando.