Ayer se celebró el Día de la Radio. Y sí, si todo tiene su
día, la radio no podía ser menos.
Yo soy una comunicadora de la época en que los medios
masivos se llevaban todas las discusiones. Y de todos los medios, sin dudas, mi
favorito es la radio.
Cuando mi hermana cumplió 15 mi abuela le regaló una radio a
pilas. Yo tenía por entonces unos 12 años y de esa época es el primer programa
que recuerdo haber elegido escuchar: se llamaba Sueños Mágicos y era el típico
programa donde los adolescentes se dedicaban temas y nosotras tiradas en la
cama tratábamos de adivinar quién era quién atrás de cada llamado. Antes de
eso, la radio en mi casa era sinónimo de mi mamá haciendo sus tareas de ama de
casa escuchando La Mañana de la Radio, en la AM Local, como todavía hace.
Ya en la facultad la radio se abrió para mí en miles de
posibilidades. Recuerdo la emoción que tuve cuando vi que en la facu había un
estudio, ¡con operador y todo! Para esa misma época, hacía un taller de
periodismo en Pergamino y un buen samaritano nos cedía, a un compañero y a mí, un
espacio en un programa de FM que nadie escuchaba y en el que nosotros hacíamos
un segmento de lo que creíamos era periodismo de investigación.
En aquellos años estudiantiles recuerdo haber escuchado
mucho la TL, con su rock nacional, y tiempo después descubrir la Rock & Pop,
donde ya reinaba Cuál es. En segundo año tuve la como materia Producción
Radiofónica que me encantó y luego de cursar nos hicimos, con una amiga,
ayudantes de cátedra. Muchos años después tuve la enorme y generosa oportunidad
de ser productora por un año del mítico programa rosarino Café con f.
Mi primera entrevista formal de trabajo me la hizo Luis
Novaresio en Radio 2. Era para un puesto de pasante en la producción de la
radio. Si bien no pasé de esa instancia, el solo hecho de conocer la radio y el
ejercicio que tuve que hacer para la entrevista (tuve que armar el micro con 3
noticias con los elementos que había en la redacción), fue una experiencia
alucinante.
La radio es compañía, es información, es el medio menos egoísta
que conozco. Que va marcando con sus rutinas y horarios los hábitos propios. Me
acuerdo, por ejemplo, unas siestas en las que escaneaba textos a $1 la hoja y
escuchaba a Castelo en Mirá lo que te digo o las noches en las que ya en la
cama de mi dpto. de estudiante me dormía, como tantos, escuchando a Dolina en
-La Venganza será Terrible. Y la emoción
que tuve cuando lo vi en vivo en el Tortoni.
Hoy escucho radio en el auto, zapineando entre distintas
opciones. A la mañana voy de El Club del Moro, a BT China o Quién podrá
ayudarnos, a las 7 pongo las noticias de Continental y si el mambo pinta negro,
sale música. A la tarde escucho a Bercovich en Pasaron Cosas o voy por la
opción local de Hoja de Ruta. Como sea, para mí poner el auto en marcha y
prender la radio van de la mano.
Siento por la radio algo que no me pasa con ningún otro
medio: cariño y agradecimiento. Lo primero, ligado a los momentos en el que
algún programa marcó mi camino, como banda de sonido de algunos días. Y el
agradecimiento es a todas las personas que sostienen el medio, especialmente a
aquellos que se lucen profesionalmente, sumando producción, contenidos
cuidados, musicalización y voces seleccionadas. Y aunque hay veces que soy
infiel escuchando Podcasts, no me imagino mi vida sin buscar algo en el dial
para acompañar mis momentos.
Larga, larga vida a la radio.