miércoles, 28 de agosto de 2019

Larga, larga vida a la radio.

Ayer se celebró el Día de la Radio. Y sí, si todo tiene su día, la radio no podía ser menos. 

Yo soy una comunicadora de la época en que los medios masivos se llevaban todas las discusiones. Y de todos los medios, sin dudas, mi favorito es la radio. 

Cuando mi hermana cumplió 15 mi abuela le regaló una radio a pilas. Yo tenía por entonces unos 12 años y de esa época es el primer programa que recuerdo haber elegido escuchar: se llamaba Sueños Mágicos y era el típico programa donde los adolescentes se dedicaban temas y nosotras tiradas en la cama tratábamos de adivinar quién era quién atrás de cada llamado. Antes de eso, la radio en mi casa era sinónimo de mi mamá haciendo sus tareas de ama de casa escuchando La Mañana de la Radio, en la AM Local, como todavía hace. 

Ya en la facultad la radio se abrió para mí en miles de posibilidades. Recuerdo la emoción que tuve cuando vi que en la facu había un estudio, ¡con operador y todo! Para esa misma época, hacía un taller de periodismo en Pergamino y un buen samaritano nos cedía, a un compañero y a mí, un espacio en un programa de FM que nadie escuchaba y en el que nosotros hacíamos un segmento de lo que creíamos era periodismo de investigación. 

En aquellos años estudiantiles recuerdo haber escuchado mucho la TL, con su rock nacional, y tiempo después descubrir la Rock & Pop, donde ya reinaba Cuál es. En segundo año tuve la como materia Producción Radiofónica que me encantó y luego de cursar nos hicimos, con una amiga, ayudantes de cátedra. Muchos años después tuve la enorme y generosa oportunidad de ser productora por un año del mítico programa rosarino Café con f.  

Mi primera entrevista formal de trabajo me la hizo Luis Novaresio en Radio 2. Era para un puesto de pasante en la producción de la radio. Si bien no pasé de esa instancia, el solo hecho de conocer la radio y el ejercicio que tuve que hacer para la entrevista (tuve que armar el micro con 3 noticias con los elementos que había en la redacción), fue una experiencia alucinante.  

La radio es compañía, es información, es el medio menos egoísta que conozco. Que va marcando con sus rutinas y horarios los hábitos propios. Me acuerdo, por ejemplo, unas siestas en las que escaneaba textos a $1 la hoja y escuchaba a Castelo en Mirá lo que te digo o las noches en las que ya en la cama de mi dpto. de estudiante me dormía, como tantos, escuchando a Dolina en -La Venganza será Terrible.  Y la emoción que tuve cuando lo vi en vivo en el Tortoni. 

Hoy escucho radio en el auto, zapineando entre distintas opciones. A la mañana voy de El Club del Moro, a BT China o Quién podrá ayudarnos, a las 7 pongo las noticias de Continental y si el mambo pinta negro, sale música. A la tarde escucho a Bercovich en Pasaron Cosas o voy por la opción local de Hoja de Ruta. Como sea, para mí poner el auto en marcha y prender la radio van de la mano. 

Siento por la radio algo que no me pasa con ningún otro medio: cariño y agradecimiento. Lo primero, ligado a los momentos en el que algún programa marcó mi camino, como banda de sonido de algunos días. Y el agradecimiento es a todas las personas que sostienen el medio, especialmente a aquellos que se lucen profesionalmente, sumando producción, contenidos cuidados, musicalización y voces seleccionadas. Y aunque hay veces que soy infiel escuchando Podcasts, no me imagino mi vida sin buscar algo en el dial para acompañar mis momentos.

Larga, larga vida a la radio.

Lecturas

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