jueves, 24 de agosto de 2023

Punto de inflexión


Él tenía unos 20 años y el siglo pasado no muchos más. Vivía en uno de los tantos pueblos ventosos y perdidos del sudeste de la provincia de Buenos Aires, cerca de alguna laguna de agua salada. Era el mayor de cinco hermanos, el hijo del juez de paz y el tornero del pueblo. Era el flaco para todos. De ojos verdes que sabía achinar según las circunstancias. Era guapo, simpático y entrador y su fama de buen bailarín traspasaba las fronteras del pueblo. Tenía toda la vida por delante.
A veces el destino se empecina en entrometerse en el camino y eso le pasó a él, tan de repente que tuvo que decidirse rápido. El rumor quizás no se haya corrido tan rápido o se voló pronto con el viento de las pampas llanas y polvorientas. La cosa es que un buen día se le adjudica la paternidad de un embarazo de una chica de un pueblo cercano. Él lo niega, siempre lo negaría, pero las desconfianza de los demás lo empieza a acechar como una sombra. Debe moverse rápido y firme.
El domingo es la carrera de bicicletas del pueblo, el recorrido es largo y convoca a participantes de toda la zona. Se anota y comienza enfurecido a desandar el camino. Allá después de la curva dos de sus hermanas lo esperan con una valijita de cartón marrón. Deja la bicicleta, toma el magro equipaje y se va para el norte de la provincia.
Ese es el momento donde dobla en su vida como la curva, escapa a ese incidente donde el destino quiere amargarle sus noches de farra. 

El flaco pasa el resto de su vida en el norte de Buenos Aires, volverá al pueblo del sur muchas veces de vacaciones, con su esposa e hijos en su Citroën verde. Se instala en la casa de unos parientes lejanos donde había una joven tímida, venida de Italia algunos años atrás que será su esposa. Se gana la vida como gomero mientras allá en las pampas ventosas su hermano continúa con la tornería del padre. 

Siempre siguió con sus sábados de farra, su fama de buen bailarín, sus charlas pausadas por los humores de Baco. Murió pasado los 80 y, ya en la cama del hospital, su hija menor – la única que lo tuteaba - le preguntó por aquel supuesto hijo. Hasta el último día aseguró que ese hijo no era suyo.

Ese hombre era mi abuelo paterno. La historia, una versión posible sobre los hechos. El recuerdo de un relato que me contó mi tía en marzo del 98, viajando de Zaragoza a Barcelona en un auto de alquiler. Mi padre dice que no es cierto y el protagonista hace 30 años que ya no está como para preguntarle. Pero yo elijo creer que es cierta. Y no pienso comprobarla. 

Lecturas

Florencia Ferramondo's books

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adoré este libro. Me la pasé hablando de él. Tal es así que se lo hice leer a varias personas. Es el primer libro que leo del autor y también de una historia situada en Afganistán. Triste, conmovedor, durísimo pero hermoso. Trenzando his...

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