Mi chiquita hoy cumple 6. Y yo me
lleno de una profunda emoción. Me emociona su felicidad infantil contando los
días para que llegue esta fecha, ese hormigueo intenso que anoche no la dejaba
dormir, la expectativa por la torta, por los regalos, por la fiesta, por el día
especial. ¿A qué edad perdemos eso?
Me emociona pensar en esa noche
previa a su llegada, en esa mañana en la que nos vimos la cara por primera vez
y en cada uno de esos momentos especiales que siguieron y que voy rememorando a
medida que pasa el día: avisarle a los abuelos, recibir algunas visitas,
mirarla y mirarnos y pensar “¿de dónde salió esta criatura?”, “¿es nuestra?”.
En 6 años que llevo maternando nunca me sentí conforme con las palabras que
encontré para contar lo que me pasa. Toda frase hecha es poca y a cualquier expresión
le falta fuerza para poder abarcar lo que un hijo implica.
Cuando estaba embarazada, mi
hermana me dijo que tener un hijo era maravilloso, pero que me preparara porque
vida tal como yo la conocía no iba a existir más. Y yo lo pensé, pero sólo en
parte. Pensé en que me iba a faltar tiempo, que iba a querer hacer cosas que no
iba a poder hacer, que iba a dormir menos. Lo que no podía imaginarme es que a
partir de ese 6 de julio iba a ver todo lo que me rodea con otra mirada, desde
otro lado completamente distinto. La vara con que mido desde entonces es una
totalmente diferente. Es otra unidad de medida, que hasta ese entonces ni
conocía. Las prioridades son otras, los intereses son cambiaron.
Muchas cosas quedaron en el
camino. Porque no se pueden o porque ya no me interesan. Otras se hacen igual,
tal vez con menos frecuencia o de otras maneras. Sin embargo, ¡cuántas cosas me
trajo Amparo! Me recordó como se ve el mundo desde los ojos de un niño, y eso
va cambiando pero siempre me devuelve a ese tiempo en que uno todavía no se
cree todo lo que se cree ahora y conserva el asombro, la imaginación, la mirada
inocente. Me enseñó como es aprender, cuando yo creía sabérmelas casi todas:
aprender a hablar, aprender a caminar, aprender todo sobre el mundo. Ella va
aprendiendo. Y yo aprendí tanto más!
Amparo es mi gran aliada,
cómplice y compañera. Ya vendrán los tiempos en que quiera diferenciarse de mí
y piense que soy una naba a cuerdas, pero por ahora estoy bien en el ranking y
aprovecho mucho este momento para poder compartir con ella cosas de chicos y de
grandes. Adoro su compañía.
Amparo nos recibió de familia y
nos empujó a redefinirnos como pareja. En este grupo de tres que somos, también
tuvimos que aprender y reaprender la relación de a pares.
Hoy
Hoy la veo enorme y admiro a la
persona en la que se convierte día a día mi hija. Soy una mamá de esas que no
te gustaría tener en el grupo de mamás del colegio porque para mí ella es
perfecta. Puedo hablar hasta dormirte de las virtudes de mi nena. Y si me
permiten la falta de modestia, siento que como madre no lo estoy haciendo tan
mal.
Muchas veces la gente con hijos
más grandes me advierte diciendo ya va a llegar el momento en que no te va a
dejar hacer esto o no va a hacer lo otro. Puede ser, quién sabe. Yo pienso en
cómo es hoy, todo lo que estos 6 años me permiten.
Aquella mañana del 6 de julio del
2009 aprendí que en esto de ser madre todo lo que uno se imagine a futuro es
poco e imperfecto con lo cual trato de pensar siempre en qué nos posibilita
cada momento. Hoy disfruta de merendar en bares, de cocinar, de leer y que le
leamos. Disfruta de la música, de cantar conmigo. Le divierten los juegos de
palabras y los juegos de mesa. Hoy gusta de nuestra compañía, de participar en
lo que hacemos, sea ayudarlo al papá cuando trabaja en casa o cuando enciende
el fuego en la parrilla como a hacer jardinería conmigo o mirar videos los 3 en
el sillón. Sin dudas esto va a ir cambiando, qué más da. El tiempo es hoy.
¡Feliz vida reina de mi corazón!