Mañana cumplo mi décimo aniversario de trabajo, acá en el
santo
Pienso cómo era hace 10 años cuando entré y lo que encuentro
en ese recuerdo tiene mucho que ver con este espacio. Me sentía abrumada,
tratando de maternar y trabajar y sin lograr del todo que las cosas salieran
como yo quería.
Una semana antes de cambiar de trabajo habíamos empezado lo
que entonces llamábamos “la obra” y muchos meses después fue “casa”. Es decir,
era el set up inicial de muchas cosas. Aprendiendo a llevarlas. Pero me
recuerdo en esa angustia de sentir que no podía con todo (hoy persiste, pero la
maternidad es más sencilla)
Entré con muchas dudas sabiendo que el puesto tenía puntos flojos,
pero necesitaba trabajar menos horas (por Amparo) y ganar un mejor sueldo (por
la obra). El primer año y medio mi foco estuvo más entre la obra y la maternidad.
Pero me sentía un sapo de otro pozo en el trabajo. Tratando de que no me
importara, pensando que la vida empezaba de la puerta para afuera.
Hoy -pandemia mediante- renuncié a esa idea de separar esos
mundos. Si estás mal en el trabajo, no hay manera que eso no afecte tu estima,
tu ánimo, tus nervios en tu casa (sea que llegues a una determinada hora o que
directamente trabajes de ahí). Y lo mismo pasa a la inversa. Quizás el laburo tiene
algo más alienante, que te lleva de las narices y mientras estás trabajando a
veces te olvidás de lo que trajiste de tu casa como pesar o alegría. Pero al
contrario es muy difícil.
No tengo un trabajo que le vaya a cambiar la vida a nadie, y
sin embargo durante el día me persigue un pensamiento rumiante que lo invade gran
parte de ese todo. Salvo los fines de semana que logro desconectarme o en
vacaciones. Y eso es algo que me gustaría cambiar.
No creo que el mundo laboral vaya a cambiar, y tal como parece
hay a varias afirmaciones que ya se le cayeron las máscaras: de esta no salimos
mejores y no, el home office no llegó para quedarse. Entonces cómo hacer para
tener una actitud más zen y no tan preocupada por cosas que en lo general, no
merecen la pena de andar por la casa arrastrando esa preocupación. Ese es mi
desafío para los 10 años que siguen.
Feliz aniversario para mí. Agradecida de tener un buen
trabajo, de tener una profesión que sigo eligiendo, de tener ganas de seguir
aprendiendo, de haber podido crecer y transformarme más de una vez en esta
década.
Agradecida también de trabajar con buena gente, de haber
hecho buenos amigos, de divertirme (sí, también puteo y me enojo con frecuencia,
pero también nos reímos, charlamos al pedo, nos ayudamos, nos abrazamos en los
malos momentos).
Creo que hoy estoy en la mitad de mi carrera laboral. Y me
deseo unos últimos años más desacelerados. Veremos qué sale.
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