Teníamos un Peugeot 504 amarillo, con tapizados de pana
color bordeaux. Como era a nafta y en casa había un 404 un poco destartalado
gasolero, el 504 se usaba poco, era un “artículo de lujo” como decía mi vieja.
Los sábados a la noche mi papá nos llevaba a dar vueltas por
la avenida después de cenar. Escuchábamos música en un pasacassette. En la
discografía había: uno azul de los Wawancó, un par de cassettes de chistes de
Landrisina, uno o dos de los Parchis, el de "Argentina es nuestro hogar" y el de
Pimpinella que tenía “Pega la vuelta”. Ah y el de la Pantera rosa.
Si nos portábamos
bien, nos bajaba en un quiosco de la YPF (uno de los pocos que había abierto a esa hora) y
nos comprábamos un alfajor Suchard.
De todo eso pasaron casi 30 años. La mayoría de los casettes
se fueron en la guantera cuando se vendió el 504 y donde estaba el quiosco
ahora hay un AM PM. No sé qué fue de la vida del quiosquero que ya conocía
nuestros gustos.
Pero ayer sentí una alegría enorme cuando vi que finalmente
y, a pedido del público, volvió el alfajor Suchard.
Está tan rico como antes. Intacto en su sabor, tanto como mi
nostalgia.