Me considero “amiguera” por definición. No me cuesta hacer
amigos y le doy a la amistad un valor muy alto. Tengo amigos de todas las
épocas y circunstancias, amigos de los distintos ciclos lectivos y de distintos
trabajos. Amigos que conocí en las vacaciones, amigos de amigos que me los
quedé yo. Amigos por correspondencia y hasta amibloggers. Sostuve contactos por
todos los medios: carta, por mail, por chat, por Whatsapp.
Cuando vivís lejos de tu familia, tus amigos son los que te
cuidan en una gripe, son tíos de tus hijos y también quién se acuerda de vos un
domingo cuando sos estudiante y estas solo, y te invita a su mesa familiar. Son
la familia elegida.
No sé bien cómo funciona, por qué será que hay ciertas
personas de las muchas que uno conoce en su vida con las que sintoniza mejor y
por diferentes circunstancias. Pero se siente tan lindo tener esos lazos que en
muchos casos son red que sostiene o que al menos sabes que va a estar ahí para
atajarte apenas lo necesites.
Hoy se extraña particularmente ese asado ruidoso con amigos,
el mate compartido, el abrazo apretado del reencuentro. Se extrañan las visitas
que caen de vez en cuando desde afuera y reúnen los grupos nuevamente. Pero a
su vez reconforta la certeza de que será tan solo una pausa, y que volveremos a
vernos. Y quizás tardemos menos en organizarnos.
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